Tarde de domingo rara

Que diría Amaral. A mis vecinos (machis, mayoritariamente), les ha dado por organizar la fiesta del verano en la piscina. Eso significa que no podré bajar a bañarme hasta que el martes, nuevo día laborable, venga el personal de limpieza a recomponer los destrozos y limpiar la piscina. Eso también significa que llevo cinco horas (prácticamente ininterrumpidas) escuchando: La Yenka, 15 años tiene mi amor, en la fiesta de Blas, el waka-waka, todo ello aderezado con música «makinera» y repetido una y otra vez sin parar. Este año, la «originalidad» sin precedentes de mis vecinos, les ha llevado a organizar un concurso de «Miss» y «Míster» para niñas/os (mira, han intentado no ser sexistas, no eligen sólo a la niña más mona, reparten estereotipos por igual pa’ todos/as); también han organizado concursos de competición y se escucha de forma atronadora aullar a los machis: uhuhuhuhuh, cual orangután en la selva. Es un «espectáculo» increíble, para grabar en vídeo y ponernos a analizar roles de género y estereotipos sexistas por doquier (por ej. las mujeres afanadas en la comida y los machis bañándose en la piscina).

Sólo espero que después de esta tarde (entre el calor y los gritos de los primates de la piscina) no se me termine de licuar el cerebro, que lo necesito para pensar (algo que los organizadores de la fiesta no suelen hacer a menudo). Ains, cada vez tengo más claro que el hombre desciende del mono… las mujeres, no.

¡Menos mal que este desaguisado sólo es una vez al año, los restantes 364 días aquí se vive de lujo!

7 comentarios sobre “Tarde de domingo rara”

  1. «Ains, cada vez tengo más claro que el hombre desciende del mono… las mujeres, no»

    Completamente de acuerdo: el mono es el mamífero más evolucionado mentalmente, exceptuando al hombre. Las mujeres descendéis de un punto evolutivo anterior. De la zarigüeya, probablemente.

    Hablando en serio: las mujeres y los hombres no descendemos del mono. Tenemos antepasados comunes, pero no descendemos de ellos. Somos primos lejanos.

      1. La zarigüeya es el primer mamífero simpático que se me ocurrió, como si hubiese dicho la ardilla o el conejo. No hubo intención de ofender, sino de «picarte» un poco.

        Aunque también aprovecho para añadir algo: creo que has estado algo despreciativa y agresiva en esta entrada. Por otros comentarios tuyos, me pareces una persona más equilibrada que todo eso. No creo que te haga falta entrar en la descalificación de todos los hombres para defender una idea. Como he dicho, me pareces más equilibrada que todo eso. No es peloteo.

  2. Bueno, no creo precisamente haber «descalificado a todos los hombres», me he limitado a constatar una realidad de parte de mis vecinos (ni siquiera todos mis vecinos participaban en esa fiesta, tengo vecinos muy encantadores, al igual que vecinas).
    Gracias por considerarme equilibrada, es un detalle por tu parte, jajaja, aunque como tengo un buen autoconcepto no me hace falta mucha retroalimentación externa, así que los próximos comentarios del tipo «despreciativa» y «agresiva» te los puedes guardar. Graciasssss

  3. Bueno, la verdad es que mi ego no está tan blindado como el tuyo, porque me interesa cualquier crítica sobre mis opiniones que provenga de cualquier persona que guarde un mínimo de educación al expresarla. Sin embargo, no siento ninguna necesidad de que nadie me diga qué opiniones me puedo guardar y cuáles debo exponer, como has hecho tú. Eso ya lo decido yo, pero gracias por tu interés.

    La crítica que he hecho, no creo que vaya muy desacertada. Me pregunto qué pondrías tú si comentases en un blog cuyo autor dijese «las madres jugando con sus hijos parecían orangutanas. Cada vez estoy más convencido de que las mujeres descienden del mono y los hombres no». Personalmente, yo no volvería a entrar en ese blog (eso sí, después de decirle al tío que es un capullo).

    No creo que haya que tener dos varas de medir. Si por no darte la razón ni reforzar tus argumentos, me puedo «guardar mis comentarios», entiendo que no estás muy interesada en debatir nada que te contradiga. Creo que será mejor que «me guarde» cualquier tipo de comentario en tu blog.

  4. Pues si me ves a mí jugando con mis dos enanas las monadas que hago, no sé qué me llamarías. Mi marido y yo competimos en monadas con ellas. desde luego hija, te has lucido en este post.

    1. Me debo explicar fatal, o la lectura del post se ha hecho de forma muy parcial; cuestionaba, con bastante ironía por cierto, toda una sucesión de hechos, empezando por estar escuchando más de 7 horas seguidas la misma música a todo volumen una y otra vez, sin respetar, por ejemplo, el descanso de vecinos/as mayores y de gran parte de la comunidad y de las viviendas aledañas que no fueron a la fiesta. Jamás he cuestionado que las familias jueguen con sus criaturas y hagan «monerías», que me parece muy sano, de hecho defiendo que los padres (varones, por si no se entiende), jueguen más con sus hijos/as, sean más tiernos, cariñosos y no transmitan valores de masculinidad tradicional como: «los niños no lloran, tienes que ser un hombre», porque ¿qué es ser un hombre? ¿Competir hasta la extenuación? ¿Circular a 160 km por la autopista? ¿Gritar y beber hasta perder el control? ¿Iniciar a los hijos en la prostitución cuando cumplen el «ritual de paso» de la niñez a la adolescencia? Eso, en determinados contextos, es ser un hombre, y yo no quiero hombres como esos. Quiero hombres que piensen en su cuidado y en el de otras personas, quiero hombres que respeten su entorno, que sean corresponsables y amorosos. Pero, desgraciadamente de esos hay pocos. Me parece que comentar alegremente que yo puedo estar en contra de los juegos de un padre y una madre con sus hijos/as, implica que se me conoce muy poco. Sólo pondré un ejemplo: el otro día había un niño de unos 3 años destrozando unos embellecedores que tienen las escaleras de la piscina, como su padre que era quien estaba con él en la piscina pasaba olímpicamente de decirle nada a la criatura yo me tuve que armar de paciencia y en lugar de pegarle cuatro berridos al padre que era lo que me salía visceralmente, le dije con una vocecita superdulce a la criaturita: «nené, con eso no juega, eso no es un juguete». ¿No tendría que haber sido su padre quien le enseñe respeto por lo que le rodea a la criaturita? Eso es lo que yo cuestiono, no cuestionaré jamás que se eduque a niñas y niños en igualdad, porque creo que esa sería la mejor alternativa para hacer un mundo más justo. Lamento que me hayan interpretado tan mal.

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