Simprevivas para Simone de Beauvoir o crónica de una Semana Santa en París

He depositado siemprevivas en la tumba de Simone de Beauvoir, en el cementerio de Montparnasse (una, que es así de «friki», y las siemprevivas iban desde Canarias, qué conste, que en París todo es muy caro!!!). Sí, he pasado parte de la Semana Santa en París, con un tiempo espléndido (yo iba cargada de abrigos porque todas las guías de viaje decían que  en abril llueve y hace frío en París, pero na de na), mejor que en Canarias. Eso sí, los mitos sobre París se han ido desmoronando uno tras otro, y no me refiero al de las cigüeñas, que ese ya sé desde hace muuuuuuuuucho tiempo que es falso. Creo que los/as franceses/as han tenido una habilidad especial para saber «venderse» más allá de sus fronteras, con la excusa del «glamour», la moda, la cosmética y todas esas zarandajas, han propiciado que se piense que París es el sitio más maravilloso del universo, y nada más lejos de la realidad. Bonito es, nadie lo duda, pero creo que está sobrevalorado.

Realmente lo que más me gustó de París fue una calle preciosa con encanto que atravesamos durante una ruta literaria por Montparnasse llena de barecitos típicos, con ese aire de bohemia parisina,… por lo demás, los Campos Elíseos no me parecen nada del otro mundo (eso sí, había colas delante de las tiendas más «chic», la más larga la de Louis Vuitton), las Tullerías un fiasco (muchísimo más recomendable los jardines de Luxemburgo que por lo menos tienen arboleda con sombra), Notre Dame más pequeña de lo que me esperaba, el Sagrado Corazón, quizás lo más impresionante, al tiempo que cansado si lo subes peldaño a peldaño, y el Louvre y Versalles atiborrados de gente. Del Louvre vimos lo más típico, que una no es una entendida en arte y no tenía el cuerpo para patearse todo el museo, así que con la Venus de Milo, La Gioconda, la Victoria de Samotracia y La libertad guiando al pueblo, entre otras cosas, nos conformamos. Y de Versalles vimos todo lo enseñable en el pack básico (aposentos del Rey y la Reina, Galería de los Espejos,…), en fin, que esperaba que la galería de los espejos fuese más enorme e impresionante y que los jardines tuvieran más sombra y más flores. O una está muy cansada de ver palacios, o en Francia se lo han sabido montar muy bien con la publicidad. Si me dieran a elegir me quedaría antes con Praga o La Habana que con París.

Pero bueno, una que no sólo sigue las rutas turísticas típicas, dejó que la guiaran por el París cultural y así, seguimos los pasos de Marcel Proust, Gertrude Stein o Hemingway, bueno especialmente los de Proust, ya que mi acompañante es «superfan» y acabamos en Illiers-Combray el pueblo donde Proust pasó parte de su infancia y donde se inspiró para iniciar «En busca del tiempo perdido» (eso sí, la ruta proustiana no debe ser muy transitada porque cuando intentamos comprar las famosas magdalenas de la tía Leonie, nos miraron como si nos hubiéramos escapado de un psiquiátrico, así que nos conformamos con sacarle una foto a la pâtisserie, donde estaba escrito en el escaparate lo de las magdalenas, para asegurarnos que manteníamos la cordura. (Por cierto, de camino a Illiers pasamos por Chartres y vimos su catedral, que yo diría que supera a Notre Dame). Ah! y también visitamos el Museo Rodin y el Museo Carnavalet (éste último, siguiendo a Proust, of course).

En fin, que si alguien va a ir a París debe saber unas cuantas cosas básicas:

1) No crean lo que dicen las guías de viaje sobre que el metro es complicado y lioso con los transbordos, es como cualquier otro metro del mundo (yo iba «atacá» pensando que no iba a salir del metro de París en la vida).

2) No crean lo que dice la gente de que los/as franceses/as son antipáticos/as. No tuvimos ningún problema, incluso apenas chapurreando cuatro palabras en francés, eso sí, yo he acuñado un nuevo término: el «spanfranglish», que fue nuestra forma de comunicarnos con el mundo exterior: una mezcla de francés e inglés aderezado con lo que no sabíamos en ninguno de los dos idiomas, en español, pero vamos, que nos entendimos rebién con les parisiens. ¿Comenté que no íbamos en un viaje organizado sino por nuestra cuenta? En París creo que es la mejor forma de viajar, ir a dónde quieras en libertad y en metro, que para en todos los sitios turísticos. Si no van a seguir las rutas turísticas típicas pueden ahorrarse el París Visité y comprar un bono de metro de diez tickets que sale por 12 € (los billetes sueltos cuestan 1,70 €).

3) Lleve crema hidratante de casa (en París le recuerdo que sigue siendo todo muy caro), porque cuando cate el agua parisina para ducharse o lavarse la cara entenderá por qué París es la cuna de la cosmética.

4) Ubique un supermercado cerca de su zona de alojamiento si no quiere pagar 4 € por una botella de agua. Los Monoprix son típicos y suele haber por diferentes zonas. O a unas malas, busque un Quick (la versión belga de McDonald’s o un propio McDonald’s que están por todas partes, es lo que tiene la globalización, y tal y como están los precios en los restaurantes de París, no es cuestión de ponerse una antikapitalista). Eso sí, los restaurantes parisinos son una maravilla, así que si se lo pueden permitir, aprovechen, y si no, siempre se puede recurrir a las Brasseries (aunque hay muchas carísimas).

5) Si está en ruta turística por la calle y necesita un baño, es mejor que utilice una de tantas «toilettes» públicas y gratuitas que se encuentran por la calle (están muy limpias, tienen un sistema de desinfección automático) que adentrarse en un bar si no se va a consumir.

6) Si lo que quieren son marcas de moda carísimas pueden estar todo el día pateando la avenida de los Campos Elíseos, pero vamos, que les saldrá más rentable irse a la milla de oro madrileña (rentable no por los precios de las cosas, si no porque se ahorran el avión y el alojamiento en París).

7) Si lo que quieren es descubrir una Francia diferente, adéntrense en los pueblos de la campiña francesa o visiten el sur de Francia, la región del Languedoc y la ruta de los castillos cátaros, especialmente Carcassone (aunque también es hiperturístico), y olviden un poco a París porque su «encanto» acaba desencantando (bueno, es una opinión, entiendo que haya gente a la que le parezca fascinante).

Por cierto, la Tour Eiffel es más bonita iluminada, de día no pasa de ser un amasijo de hierros para engrandecer el espíritu megalómano parisino. (Y para finalizar, fotito de la tumba de Simone de Beauvoir, que comparte con Sartre, por cierto. Mis siemprevivas son esa cosa chiquitita que está por el centro un poco a la derecha).

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