«Dulce» navidad…

Siempre me resulta difícil escribir algo objetivo y aséptico en estas fechas, me puede la vena malvada y atea así que a ver que sale…

Durante un par de semanas al año intensificamos el consumismo, digo, el amor y la paz, hasta extremos insospechados; nuestros whatsapp se inundan de buenos deseos de personas que:

a) el resto del año no mantienen ningún tipo de contacto

b) el resto del año te pegan puñaladas traperas

c) el resto del año les resultas indiferente

pero no importa, es lo que toca. Evidentemente, también están aquellas personas que nos deseamos cosas bonitas porque nos queremos, no por cumplir, pero esas nos las seguimos deseando el resto del año, y nos mostramos afecto en todas las oportunidades que podemos. Pero sí, expresamos poco el amor, y el “espíritu navideño” debería estar presente los 365 días del año, no sólo durante 15 días (y es mucho decir). 

A más de 50 mujeres (según datos oficiales, 94 según datos de organizaciones feministas) les dijeron en algún momento de sus vidas que las querían y el mismo que dijo quererlas acabó con su vida en el año que ahora termina. Medio o casi un centenar (depende de qué datos elijamos) de mujeres no celebraron este 24 de diciembre la tradicional cena de nochebuena porque un cabrón machista se lo impidió. Y año tras año la misma historia. Vidas interrumpidas por un machismo que no cesa y que los poderes públicos, pese a llenarse la boca con el “Pacto de Estado”, no acaban de frenar. Hombres que un momento de sus vidas les declararon amor eterno… hombres que no saben qué es el amor, hombres socializados en un modelo de masculinidad dañina y violenta que confunden amor con posesión, que niegan a las mujeres su condición de personas con derechos, con libertad. Este año la navidad de las familias de estas mujeres será muy diferente… porque tras las víctimas mortales de la violencia machista quedan familias rotas que no recordamos. Este 2017 se cumplieron 20 años del asesinato de Ana Orantes, aquella mujer valiente que se atrevió a confesar delante de las cámaras de Canal Sur los 40 años de palizas y vejaciones que soportó del que acabó siendo su asesino. Su “hombría” no soportó que la que había sido “suya” tuviera las agallas de salir públicamente a hablar del horror que le había causado. Morir quemada viva fue el precio que pagó por su osadía, pero Orantes fue el punto de inflexión en nuestro país para visibilizar la violencia machista que las organizaciones feministas llevaban años denunciando sin ser demasiado escuchadas socialmente. 20 años después una de sus hijas, Raquel, escribió una carta demoledora que pueden leer completa aquí y de la que extraemos algunos fragmentos:

Me gustaría contarte que ni una mujer más ha tenido que abandonar su hogar, como lo hacías tú cuando tu agresor rompía en cólera, con todos nosotros avanzando delante de tu partida. Me gustaría contarte que las sentencias son justas, que los jueces no las siguen “interpretando”. Que al igual que tú, ninguna mujer tiene que convivir con su maltratador, que ninguna mujer, aunque haya roto la relación, tiene que vivir con el miedo de que en cualquier momento su agresor entre en casa. Que ningún hijo o hija tiene que permanecer alerta en sus sueños como lo hacíamos nosotros. (…)

Desearía contarte que nos protegen, que ya ningún niño ni niña llora en silencio su desgracia, acurrucados como lo hacía yo en la soledad gris y triste de su habitación. Que esos críos ya no son maltratados, mutilados psicológicamente, arrancados de sus hogares, asesinados en muchos casos…

Pero, mamá, eso no es así. Las víctimas, palabra que no me gusta porque somos supervivientes de la violencia -y tú lo sabes mejor que nadie-, siguen siendo las mismas. Siguen asesinando con impunidad; seguimos siendo, desgraciadamente, ciudadanas de segunda; y ley, hoy por hoy, no ha conseguido todo lo que debería.

Que 20 años después sigamos en la misma situación, debería ser una vergüenza para un Estado democrático, para un Estado cuya Constitución garantiza la igualdad entre todxs sus habitantes pero está claro que algunOs disfrutan de más privilegios que otrAs. ¿Tendrán que pasar 20, 40, 60 años más para que las hijas y los hijos de las mujeres asesinadas este año nos sigan interpelando como Raquel y sigamos sin darles respuestas?

Como trabajadora social no me resisto a acabar este post navideño sin recordar a todas esas personas que tampoco han podido celebrar una navidad especial por diferentes motivos:

  • A lxs migrantes que salieron de sus países con un sueño: lograr una vida diferente y escapar de la violencia y permanecen encerradxs sin haber cometido delito alguno… bueno, sí, el delito de querer ser libres y querer vivir con sus familias una vida digna. Y a quienes no pueden celebrar más navidades, ramadanes o hanukkah porque sus cadáveres anónimos fueron devorados por el mar.
  • A quienes la sociedad capitalista y neoliberal ha abocado al precariado, a la pobreza, a la miseria más absoluta y no pueden disfrutar de los langostinos habituales en los manjares de la nochebuena. Pero que no se preocupen, ya la solidaridad… huy, no, perdón, el asistencialismo, se encarga de darles alternativas: las recogidas de alimentos y juguetes suplen los langostinos, sin duda! En un alarde de generosidad, seguro que la gente comparte con lxs pobres lo mismo que cenan en nochebuena… bueno, lo que he visto de momento no, pero seguro que alguien habrá… ¿no? De momento lo visto son ingentes cantidades de paquetes de arroz (tendremos a lxs pobres más estreñidos de Canarias) pero cero langostinos… En fin, igual para el próximo año, las ONG que desfilan en los programas de “solidaridad” que organizan teles locales de la patria chicharrera pueden pedir que, aparte de repartir miserias, se realice una redistribución de la riqueza más justa y equitativa.
  • A las niñas y los niños que sufren familias maltratantes y que están acogidos en centros de protección que en ocasiones resultan poco protectores.
  • A quienes sufren la LGBTfobia de sus familias y que en la nochebuena está prohibido expresar sus identidades y/o orientaciones sexuales libremente y tienen que constreñir sus deseos a los mandatos de género tradicionales de este bonito heteropatriarcado que nos oprime.
  • A quienes sufren el racismo, el clasismo, la discriminación por diversidad funcional, el acoso,… por ser diferentes a un modelo homogéneo que daña hasta extremos lesivos y autolesivos.

A todos, pero especialmente a todas, feliz navidad (no olvidemos esas otras navidades)…

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