¿Qué pasa con los chicos? Pistas para construir escuelas coeducativas

Hoy se han clausurado las Jornadas “Dibujar puertas violetas en la pared. Las tutorías afectivas para la actuación ante la violencia de género” organizadas por la Consejería de Educación y el Instituto Canario de Igualdad (Gobierno de Canarias). Y han concluido con una ponente de lujo: Amparo Tomé, socióloga y referente en coeducación, con numerosas publicaciones que aportan estrategias para construir escuelas que eduquen en igualdad y que toda persona que trabaje en este ámbito ha de leer. 

El “subidón” de volver a escuchar a Amparo ha motivado este post, recién salida de las jornadas. Quienes estamos trabajando en políticas de igualdad desde hace décadas nos venimos cuestionando que algo sigue fallando en un sistema que no termina de erradicar la desigualdad, el sexismo y las violencias machistas (y no sólo no termina de erradicarlo sino que en ocasiones parece que se reactiva y refuerza especialmente en las generaciones más jóvenes). Personalmente, llevo diciendo en todos los foros en los que tengo oportunidad que ya basta de “intervenciones paracaidistas”, de hacer talleres sólo en torno a los 8 de marzo y 25 de noviembre, que hay que evaluar el impacto de esas medidas, que hay que ver si realmente están contribuyendo a transformar creencias y actitudes sexistas o sólo sirven para que las administraciones públicas se hagan un lavado de cara y digan cuánto están haciendo para construir la igualdad… A veces pienso que falta visión estratégica para diseñar políticas preventivas a medio o largo plazo, que seguimos parcheando un sistema que hace aguas por todos lados y que no podemos contener con acciones puntuales sino con políticas profundas, estables, en las que se implique el nivel político, el técnico y el de la ciudadanía. También llevo años diciendo que la prevención de la violencia no se tiene que abordar sólo en secundaria, que ahí llegamos ya muy tarde, que el trabajo ha de comenzar desde infantil, incluso desde la etapa de 0 a 3 años, cuando comienzan a conformarse las identidades de género… pero tengo la sensación de que mi discurso tiene poco eco. Soy la “Pepita Grilla” incómoda que lo cuestiona todo y no suele resultar agradable escuchar que no se están haciendo bien las cosas… eso sí, mis cuestionamientos tienen propuestas concretas, tanto estratégicas como tácticas y operativas. Tengo clarísimo por dónde avanzar, materiales diseñados para ello y enfoques teóricos y metodológicos que los sustentan: Coeducación, cultura del buentrato, competencias socioafectivas, ética de los cuidados,… y siempre es gratificante escuchar discursos de personas, a las que consideras referentes y de las que has aprendido, que van en esa línea.

Hoy Amparo nos hizo replantearnos muchas cosas, y principalmente nos cuestionó qué estaba pasando con los chicos dentro de las políticas coeducativas. Hubo un momento histórico en el que el foco se ponía en las chicas, en la carencia de modelos, en las dificultades para su empoderamiento y autoestima, en los techos de cristal, en la segregación horizontal hacia profesiones feminizadas, en su invisibilidad dentro del currículum escolar, en las agresiones sexistas que sufren,… y no debemos de abandonar este enfoque, claro que no, pero ¿cuál es el papel de los chicos en todo esto? Pues que “se están quedando atrás y con mucha rabia porque el patriarcado les está arrancando las emociones a partir de los 3 años” (Tomé, 2018). Y tenemos que saber qué hacer con los chicos cuando se “rebotan” en las actividades de igualdad, cuando dicen que “ahora todo se centra en las mujeres y eso no es justo” (frase literal escuchada a un niño de 10 años). Desde la coeducación se ha luchado por reforzar la autoestima en las niñas pero, y aunque está en las bases teóricas de este modelo pedagógico, el desarrollo emocional y la empatía en los niños es una asignatura pendiente. Las estadísticas avalan la urgencia de trabajar con los chicos: mayor porcentaje de abandono y fracaso escolar, de expulsiones y problemas de convivencia, de presencia en centros de medidas judiciales, de suicidios, de accidentes de tráfico con consecuencias mortales,… la masculinidad tradicional y hegemónica nos mata pero también les mata a ellos. Y si bien es cierto que la lucha contra las violencias machistas ha de ser una absoluta prioridad, no deja de ser menos cierto que hemos de reorientar el foco y ponerlo en los niños, en los chicos, en los hombres,… en qué modelos de hombres queremos y quieren ser, cuestionar privilegios pero también evidenciar el daño que el patriarcado les inflige a ellos (y que repercute en nosotras), especialmente privándolos de vínculos afectivos sanos e igualitarios. Y Amparo planteó una clave que comparto absolutamente: el trabajo en valores (respeto, responsabilidad + autonomía y cuidados) es básico a partir de los 3 años (incluso antes), después es tarde.

Con el apoyo de referencias en neurociencia, Tomé apuntó que entre los 3 y los 5 años van “desapareciendo” emociones en los niños (sensibilidad, ternura, bondad, paciencia, solidaridad,…) en pro de ese modelo masculino tradicional. Ofrecer a los niños modelos de hombres diversos, cuya trayectoria vital se haya caracterizado por hacer de este mundo un lugar mejor en vez de violento, es una estrategia coeducativa vital. Y también los chicos tienen que conocer modelos de mujeres diferentes de las princesas o las hipersexualizadas; han de construirse una imagen de las relaciones entre los sexos alejadas del porno como imaginario sexual (que es lo que está construyendo su visión de la sexualidad en la actualidad). Otra estrategia para el trabajo con los chicos es permitirles llorar, crear espacios de expresión emocional, algo para lo que en Canarias tenemos una oportunidad maravillosa con la asignatura de “Educación emocional y para la creatividad” que no podemos desperdiciar (y que a veces siento que se está haciendo al trabajar emociones con fichas en lugar de crear situaciones experimentales, vivenciales, de las mismas).

Urge una formación profunda del profesorado en estas materias, que al menos todos los centros educativos de Canarias, y los EOEP y CEP que sirven de apoyo a esos centros, cuenten como mínimo con una persona altamente especializada en coeducación y que su criterio sea decisivo a la hora de orientar el proyecto educativo del centro. Si el profesorado no es referente y no ofrece al alumnado modelos diferentes de ser mujer o de ser hombre, el avance hacia la igualdad se hará muchísimo más despacio.

La ruptura con los estereotipos tradicionales de género y poner los cuidados en el centro de la vida y las relaciones humanas son otras dos claves para ese nuevo mundo igualitario. El uso de los espacios para permitir todo tipo de juegos (rápidos, lentos, de contacto con la naturaleza), el vincular a las criaturas con el teatro, la música, las marionetas, la plástica,… desde edades tempranas es un paso previo para consolidar aprendizajes, y hacerlo desde enfoques coeducativos, básico para erradicar el sexismo. Amparo nos transmitió su ilusión y confianza en que otra educación y otro mundo es posible. Que desde la familia, la escuela y la ciudad como agentes educativos se puede construir, que el respeto, la amabilidad, la escucha, los halagos,… son valores a potenciar. A veces nos empeñamos en desgajar la igualdad de algo tan simple como el respeto a las diversidades y creo que una de las claves es trabajar los valores que nos planteó Amparo desde una mirada violeta.

Las pistas están dadas; el reto: poner el foco en los chicos haciendo realidad el lema feminista: “vivimos en una sociedad que enseña a las mujeres a cuidarse para no ser violadas, en vez de enseñar a los hombres a no violar”. Y la escuela es responsable en enseñar eso… “las manadas” han pasado por centros educativos. Tenemos muchos retos por delante pero afortunadamente un país privilegiado en referentes coeducativos de quienes podemos seguir aprendiendo. Desde aquí aprovecho, como práctica feminista de reconocimiento de la sabiduría de las mujeres, para nombrar y agradecer a las que están y a las que ya no están pero nos dejaron sus valiosas aportaciones: Amparo Tomé, Marina Subirats, Elena Simón, Nieves Blanco, Ana Mañeru, Mª José Urruzola, Begoña Salas, Inmaculada Serrano, Consuelo Flecha, Gloria Arenas, Charo Altable, Ana Vega, Marina Núñez, Mónica Guerra, las compis de Pandora Mirabilia,… e infinidad que se me quedan en el tintero (también hay hombres coeducadores, eh! Xavier Bonal, Carlos Lomas,…) pero por una estrategia de visibilización he preferido nombrarlas a ellas, y especialmente, a mis referentes coeducativos en Tenerife: Lourdes Bravo y Amaya Padilla, inspiradoras a través de sus ideas y materiales de mi trabajo en el sistema educativo.

Gracias especiales a Amparo por su optimismo y por transmitirnos su convencimiento de que las utopías son posibles.

8 comentarios sobre “¿Qué pasa con los chicos? Pistas para construir escuelas coeducativas”

  1. La emoción de escucharte en el café, en.la sesión de reflexión y de leerte ahora, me proporciona la alegria de seguir compartiendo vida, pasión, reflexiones y abrazos.
    GRACIAS

  2. Preciosas palabras María y, un fabuloso análisis de la charla de Amparo a quién indiscutiblemente oiríamos durante horas sin dejar de aprender. Tiene Amparo la virtud de hacer sencillo lo que parece complejo, de poner el foco en lo que no parece importante e incluir en lo cotidiano lo que parece imposible. Tenemos en nuestras manos ese puñado de acciones que cuidamos como perlas convencidas de qué es la solución y mientras, ella, con toda su experiencia y su sabiduría nos advierte y nos dice, ojo, que se te escapa arena entre los dedos y son los niños, atención, que educar es enseñar a pedir permiso para poder tocar, cuidado, no hagamos más casillas para identificarnos sexualmente, sencillamente eliminemos la casilla. Gracias Amparo, gracias María.

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