Crónicas de verano: lo que pasa en mi piscina

Disfruto del privilegio de vivir en una comunidad con piscina, sí, en esta mierda de mundo en crisis soy una privilegiada, y no por la piscina, sino por tener trabajo, techo y esas cosas que te hacen la vida un poco más fácil.

Cada verano intento bajar a la piscina cuando no hay casi nadie (misantropía veraniega) pero los fines de semana se hace difícil, así que tengo que convivir por un corto espacio de tiempo con un microcosmos que, no sé por qué extraña razón, creo que es un reflejo del mundo exterior. Yo vivo en una burbuja feminista, mis amistades de Facebook (casi 1500) van casi todas en mi onda, estamos contra la violencia, el patriarcado, el capitalismo neoliberal, a favor de la diversidad, de los derechos de las mujeres,… nos cuestionamos el sistema, apoyamos la libertad, la igualdad, la justicia,… en fin, el paraíso. Fuera de la virtualidad, mis redes sociales de apoyo van también en esa línea, conversamos, debatimos, disfrutamos de los pequeños placeres cotidianos como un atardecer o una cerveza con camarones; boicoteamos Mujeres y hombres y viceversa (MHYV) y somos fans de “El Intermedio” o “El Objetivo”, en definitiva, somos de esa gente comprometida con su realidad social y que quiere cambiar el mundo. Sin embargo, creo que somos minoría, una minúscula minoría.

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