¿El fin de una era?

Las personas “esotérico-festivas”, como me gusta denominar a esa gente dominada por el pensamiento mágico y creencias varias sin ninguna base científica, se han pasado décadas anunciando el comienzo de una nueva era, la de acuario, en la que el amor triunfará, seremos mejores, más inteligentes y trabajaremos hacia el bien común… (inserte aquí cualquier emoticono que responda a la idea “no te lo crees ni tú”). 

Lo cierto es que, tal y como van las cosas, sí parece que nos estemos aproximando hacia el final de una era, pero el comienzo de otra no augura nada prometedor. Estamos asistiendo al fin de los estados de bienestar, de la protección social, de los servicios públicos, de la seguridad y amparo de los colectivos más vulnerables, de los derechos de las mujeres, … al fin, en definitiva, de las democracias occidentales.

La nueva era Trump es un ejemplo de ello; el auge de las ideologías ultraconservadoras lleva siendo un hecho en los últimos años sin que nada ni nadie les ponga freno (aupamiento de los poderes económicos y blanqueamiento de los medios de comunicación, la tormenta perfecta). Está calando de tal modo el relato neonazi en la gente joven (mayoritariamente varones) que estos días se ha publicado una noticia que pone los pelos como escarpias: más de la mitad de jóvenes británicos se muestran partidarios de una dictadura en Reino Unido (ampliar noticia aquí); pero eso no es todo, el 42% de los/as menores de 36 años en todo el mundo creen que el mejor régimen político es una dictadura militar; en España un 26% de chicos entre 18 y 26 años considera que, en algunas circunstancias, el autoritarismo puede ser mejor que la democracia.

¿Qué hemos hecho mal para que jóvenes nacidos en democracia opten por regímenes que no han conocido pero que anulan libertades y vulneran derechos? Hay una combinación de elementos y es un problema multifactorial y complejo, pero aquí van algunas breves pinceladas:

  • Frente a los avances en igualdad entre mujeres y hombres, el feminismo se está denostando como no se había producido en décadas. Hay un rechazo visceral de muchos chicos a los planteamientos feministas, miedo a la pérdida de privilegios, descoloque y falta de entrenamiento en la construcción de relaciones afectivas igualitarias. Se ha pensado que la igualdad ya estaba, se han abandonado pedagogías coeducativas cuando ni siquiera se habían consolidado. Se trabaja en lo superficial, no en cambios profundos de mentalidades sexistas.
  • Auge de los movimientos migratorios con discursos mediáticos que hablan de invasiones. El miedo al otro/a, el desconocimiento, el temor a perder lo poco que tenemos porque el extranjero se lo lleve… Paradójicamente en lugares como Canarias, temen más a las pateras que a quienes están comprando las islas (“guiris” ricos o fondos de inversión) para especular con la vivienda y el turismo.
  • Brutal desarrollo de la conectividad tecnológica, las redes sociales como esparcidoras de bulos; el triunfo de la mentira hábilmente utilizada por los poderes fascistas. Nada nuevo bajo el sol, por otra parte, ya lo hizo Goebbels durante el nazismo y sin TikTok ni Instagram.
  • Desesperanza frente al futuro, precariedad de la juventud mientras se incrementa astronómicamente la riqueza de las minorías. Capitalismo salvaje y especulativo con la vivienda, con el empleo,… derechos conquistados se cuestionan desde las esferas del poder económico. Nuestra Constitución (y las de muchos países) se convierte en papel mojado porque los poderes públicos no hacen lo suficiente para garantizar los derechos reconocidos en ella.
  • Degradación de los sistemas educativos, cambios normativos frecuentes que impiden consolidar proyectos estables, ausencia de un pacto de estado por la educación, escasa apuesta por el pensamiento crítico, currículos deslavazados que no sirven para “amueblar” las cabecitas del alumnado, vínculos inexistentes entre materias, poco debate pedagógico,… bajada de niveles muy preocupante. Están maleducando las redes sociales frente a la claudicación de la escuela. Caldo de cultivo perfecto para terraplanistas, antivacunas y negacionistas varios. Aquella frase de “muera la inteligencia”, atribuida a un fascista patrio, va ganando terreno.
  • Colapso medioambiental, destrucción de biodiversidad, calentamiento global,… acelerado a una velocidad de vértigo por quienes priman el beneficio económico frente a la vida humana. Sentimientos de desesperanza que nos paralizan, ecoansiedad.
  • Sensación de abandono por parte de los gobiernos, enrocados en insultos políticos sin resolver realmente los problemas de la ciudadanía. La propia izquierda no ofrece respuestas eficaces y decepciona en muchos casos por su falta de coherencia ideológica.

Todo esto, y más elementos, ha logrado que mucha gente joven, criada con unos límites muy difusos, cuando no inexistentes, ansíe la llegada de un “mesías salvador” que ponga orden ante semejante caos. Y una dictadura piensan que respondería muy bien a sus demandas… Nada como sembrar miedo y odio para desear alguien que regule el mundo y que expulse aquello que consideran un problema (aquí entra todo: feministas, colectivo LGBTI, migrantes,…) Una generación acostumbrada a tenerlo todo, a un individualismo feroz, a un consumismo exacerbado, espera mantener sus privilegios expulsando a la competencia del sistema. No hay recursos para todo el mundo a esta velocidad de consumo. Lo que tal vez no han pensado es que la competencia se puede rebelar y ofrecer resistencia. O articulamos formas alternativas de oponernos a este sistema depredador, en unas décadas no quedará nada a lo que oponerse.

Tal vez sí estemos asistiendo al fin de una era, la primera generación destruida por el egoísmo y la incompetencia humana. Casi prefiero un meteorito, sería más rápido e indoloro.

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