¿Cambios o revoluciones?

Vivimos tiempos convulsos… y no solo en Cataluña (véase Chile). Hay un descontento generalizado de la ciudadanía con sus gobernantes; mientras la corrupción campa a sus anchas, la brecha entre ricos y pobres se agranda cada vez más. Y no parece que ninguna opción política (con posibilidades reales de gobernar) tenga una solución eficaz para afrontar las desigualdades e injusticias; en cambio, son especialistas en enzarzarse en debates absurdos o en pillar sillones y privilegios. 

Quienes trabajamos en cuestiones de “género” estamos acostumbradas a manejar los conceptos se “condición” y “posición” o también “necesidades prácticas” e “intereses estratégicos”, especialmente referido a la situación de las mujeres en el mundo. Las necesidades prácticas se refieren a las condiciones de vida en las que nos encontramos (pobreza, exclusión, estado de salud, formación,…) mientras que los intereses estratégicos tienen que ver con cómo transformar esas condiciones y resituar la posición de las mujeres, es decir, no quedarnos en cambios a corto plazo (ej. dar una prestación económica que mejore sus condiciones de vida) sino transformar radicalmente la posición de subordinación que ocupan las mujeres, trabajando sobre las oportunidades reales que tienen, sus derechos, su capacidad de acceso al poder y la toma de decisiones,… Dar una prestación es fácil, transformar el sistema es difícil. Y este análisis referido a las mujeres es extrapolable al resto de la ciudadanía y nos interpela a todas aquellas personas que intervenimos en “lo social”. ¿Qué queremos? ¿Cambios puntuales, que mantienen el status quo del poder, o revoluciones permanentes que contribuyan a la construcción de una nueva ciudadanía y un nuevo mundo sostenible?

Estamos en una era convulsa que sitúa a nuestro planeta en un punto de inflexión, o quienes nos gobiernan tienen la suficiente ética y altura de miras para darse cuenta de que vamos a la autodestrucción como humanidad y frenan el desastre ecológico en el que estamos, o tenemos los días contados. Dentro de unas cuantas décadas no vamos a reconocer el mundo en el que nacieron nuestras madres y nuestros padres. Y si a la catástrofe medioambiental le sumamos la violencia y los discursos del odio como nuevos modos de interrelación personal, legitimados desde partidos políticos incluso, nuestro futuro “humano” es cuanto menos cuestionable.

No pasa un día que no abra la prensa y no me asquee de las mentiras que se cuentan sobre las/os migrantes, de la violencia que se ejerce contra mujeres y niñas/os, del incremento de la discriminación hacia colectivos vulnerables,… y de la impunidad de quienes lo hacen. Asombrada he visto como se vuelven a ondear banderas preconstitucionales sin ningún complejo ni consecuencia (el fascismo no se condena con años de cárcel), asombrada veo cómo se incrementan las posibilidades de voto en los sondeos a esos que ondean el racismo, la misoginia, el machismo, el prejuicio sexual,… Y sigo sin perder mi capacidad de asombro cuando la respuesta social ante el incremento del odio, de la desigualdad y la discriminación es inexistente (en España, Chile en estos momentos da esperanza).

Creo que no necesitamos cambios, necesitamos revoluciones, pero revoluciones pacíficas. Condeno cualquier forma de violencia que se use para conseguir un fin político; creo que se pueden hacer las cosas de otra manera, con más flores y menos testosterona, con más música y menos ruido, con más amor y menos odio, con más diálogo y menos imposición… Creo que la respuesta a las crisis sociales, políticas, económicas,… tiene que venir de la mano del feminismo, del ecologismo, del pacifismo,… y tiene que venir de la mano del pueblo. O nuestros gobernantes asumen que están a nuestro servicio y no al servicio del poder económico o seguiremos teniendo patriarcado y capitalismo para rato.

No puedo finalizar esta reflexión “revolucionaria” sin citar parte de la letra que popularizó Quilapayún en los 70 y que el pueblo chileno nos ha recordado estos días. Ojalá todos los pueblos del mundo se levantaran en pos de su libertad y su futuro.

 

Y tú vendrás

marchando junto a mí

y así verás

tu canto y tu bandera florecer.

La luz

de un rojo amanecer

anuncia ya

la vida que vendrá.

De pie, luchar

el pueblo va a triunfar.

Será mejor

la vida que vendrá

a conquistar

nuestra felicidad

y en un clamor

mil voces de combate se alzarán,

dirán

canción de libertad,

con decisión

la patria vencerá.

Y ahora el pueblo

que se alza en la lucha

con voz de gigante

gritando: ¡adelante!

El pueblo unido, jamás será vencido,

el pueblo unido jamás será vencido…

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