No sin el feminismo

Un comentario del post anterior de mi blog dice que «no nos pasemos de la raya»… Y yo me pregunto ¿quién establece la raya? ¿Con qué derecho se arrogan los machis «chachiprogres» a decirnos hasta dónde podemos o no llegar? Quienes están construyendo «un mundo nuevo» en Sol (y en otros puntos de la geografía del país) parece que lo van a hacer sin las mujeres (como casi todas las revoluciones que se precian).

No entiendo un nuevo «orden mundial» que no sea feminista, no podría concebir un nuevo sistema de vida y de organización social que no sea feminista, pero parece que en las propuestas del 15-M no entran las nuestras. Pues nada, será cuestión de ponerse a hacer un manifiesto alternativo, porque ya puestas, si es cuestión de pedir, pidamos la utopía, que por pedir que no quede. Aún estoy esperando ver cómo se materializan las propuestas del 15-M y quiénes serán interlocutores/as del movimiento para materializarlas, porque no creo que el PP sea muy receptivo, ya decía Espe que a ella no le gusta la democracia con apellidos.

Pues nada, lo dicho, que este fin de semana largo que tenemos en Canarias (el lunes es fiestaaaaaa!!!) me dedicaré a hacer «mi» propio manifiesto.

7 comentarios sobre “No sin el feminismo”

  1. ¿Por qué será que me temía una alusión como ésta, en caso de haberla?… pues ahí la tiene usted amigo mío… ni más ni menos.

    – Digo que apoyo ACTIVAMENTE (no solo de boquita) el movimiento feminista.
    – Digo que lo considero justo e imprescindible.
    – Me limito a señalar, sin chulería alguna, que el momento no me pareció el adecuado y que la pancarta era pretenciosa en ese contexto (y me ratifico en ello). Es decir, expreso mi opinión y pido POR FAVOR que no se cruce una raya (excluyente y exclusiva) que ahuyentaría a muchas personas que hoy os apoyan (entre ellas, a mí).

    Pues bien: automáticamente soy un MACHI CHACHIPROGRE. Automáticamente, recibo un calificativo despectivo y se me atribuye la arrogancia de intentar marcar límites a los demás, diciendo hasta dónde pueden llegar y hasta dónde no.

    Tóquese usted las narices.

    Parece ser que el hecho de no comulgar al 100% (solo al 90) con unas determinadas ideas, me califica por arte de magia: comulgar al 100% me hace justo, empático, inteligente, razonable… comulgar al 90% me hace un MACHI CHACHIPROGRE, un impostor, un villano… por discrepar un 10% del catecismo de las madres superioras.

    Tras haber enviado mi comentario anterior, me arrepentí de haber escrito lo del pedestal y el ombligo, porque me pareció que me PASÉ DE LA RAYA y que sonaba chulesco o agresivo… ahora pienso que me quedé corto.

  2. A propósito… se me pasó lo principal: responder a la pregunta «¿quién establece la raya?».

    Pues estoy totalmente de acuerdo con usted en lo malo que resulta que alguien se atribuya el derecho a imponerla o (lo que es mucho peor) lo consiga. Pienso que esa raya debe establecerla, únicamente, el sentido común. Y creo que ese sentido común debe conseguir aglutinar a las personas en torno a las ideas justas, no dispersarlas con chorradas que no van a ninguna parte y que minan proyectos comunes.

    Y la pancarta, a lo mejor, debe estar ahí en Sol. Y con 4 frases y un poco de pedagogía y sentido común, tal vez algunos de los que abucheaban podrían (podríamos) colgarla nosotros mismos.

    Pero eso de machiprogre y conmigo o contra mí, por ovarios o por política… pues no sé yo, francamente, como acabará resultando a medio plazo.

  3. Pues a mí darle a alguien el consejo de no pasarse de la raya me suena hasta casi a amenaza y, desde luego, quien lo da parece estar en posesión de la verdad absoluta, y muy cerca (muy de acuerdo) de quien establece la raya.

    Quizás si se entendiera realmente lo que es el feminismo no estaríamos hablando de esto. Pero quienes se acercan al feminismo tangencialmente, por moda y porque de un tiempo a esta parte casa muy bien con la ideología de izquierdas (no siempre ha sido así), se quedan con que el feminismo es la lucha de las mujeres (y pueden considerarse afortunadas porque algunos hombres las apoyan, esto también se llama machismo paternalista, pero no vamos a profundizar tanto en el feminismo) por su igualdad con respecto a los hombres, por la erradicación de la violencia de género, a lo más llegan a la conciliación de la vida familiar y laboral; y pare usted contar, porque los planteamientos de estos pseudofeministas no son radicales (no por extremistas, sino por ir a la raíz). Esto es lo que se llama «machi chachiprogre» (porque normalmente es un hombre que suele estar a la izquierda, y a la izquierda de la izquierda), que no es un insulto, ni es despectivo, es sencillamente descriptivo. El feminismo no es la lucha de las mujeres para las mujeres (ni para salvar de paso a los hombres de su masculinidad), eso es tremendamente reduccionista, y lleva a ofenderse por determinados posts, a quitar pancartas, etc. Efectivamente, la revolución será feminista, entendiendo el feminismo como un todo, lo que es, y no como la parte de moda, convenientemente subvencionada y apoyada por chachiprogres que se quedan en la superficie de las reivindicaciones y se vuelven en contra a nada que se profundiza. Quizás porque profundizar conlleva cierta autocrítica, ciertas renuncias, ciertos reajustes… y solidaridad sí, compañeros de lucha también, pero tocar privilegios, cambiar discursos, deconstruir… lo justo.

  4. El consejo de no pasarse de la raya se le da a cualquier persona a la que se quiere o se aprecia, no sólo a la que se intenta amedrentar. Y la raya no tiene por qué imponerla quien da el consejo, ni tiene éste, en modo alguno, por qué estar de acuerdo con el límite marcado. Su párrafo inicial, con todo respeto, me parece bastante equivocado. Por otra parte, eso de que «quien lo da parece estar en posesión de la verdad absoluta» me parece, simplemente, una pontificación per se y una interpretación muy defensiva por parte de quien lo recibe, más que una presunción explícita por parte de quien lo da.

    Pensar que un consejo que define un límite implica, automáticamente por parte de quien lo expresa, una intencionalidad amenazante o autoritaria, constituye una actitud muy pueril, típicamente adolescente o propia de personas adultas con un ego tan enervado que consideran un ataque directo cualquier consejo que diverja de sus planteamientos troncales, implique éste límites asumibles o no… que una vez herido el ego, la lógica es lo de menos.

    En cuanto a la segunda parte de su comentario, tengo poco o nada que discutir, por dos razones:

    – la primera es que mis conocimientos sobre feminismo son muy superficiales y, como usted señala, es muy probable que mi acercamiento al mismo sea tangencial y esté plagado de huecos que crea mi ignorancia y rellenan mis prejuicios (como solemos hacer, la mayoría de personas, demasiado a menudo).

    – la segunda es que no pongo en duda una sola palabra de lo que dice sobre el «machi-chachi-progresismo», puesto que es algo que puedo constatar diariamente, aunque no puedo sentirme identificado con la definición ni, por tanto, aludido o atacado. Otra cosa es que se me cuelgue la etiqueta a bote pronto:eso es meramente injusto y simplista, por lo que no merece autodefensa, ni atención, ni aprecio.

    En lo referente a las rayas, líneas, límites, etc. etc… pues retiro POR COMPLETO lo que dije en mi primer (y por lo visto, muy desafortunado) comentario sobre la pancarta de Sol. Lo retiro porque veo que mi concepto de «raya» no encaja con el que aquí se debate. Yo no veo solamente rayas y límites agresivos u ofensivos, sino que veo también rayas defensivas (con razón o sin ella, documentadas y consistentes o basadas en la ignorancia, muy egoístas o poco egoístas… pero defensivas, al fin y al cabo). Mi raya hablaba de cuidar aliados, no de ceder en nada importante.

    Si, en una sociedad, se convence a una mayoría de ciudadanos de que las «rayas» a combatir son limitadoras de derechos justos, son ofensivas y tratan de preservar privilegios arbitrarios… esas rayas se terminarán cruzando.

    Si, por el contrario, soy yo el que trato de atravesar las rayas de los demás con una bandera personal mientras les digo, amenazante, que no se atrevan a ponerme rayas, mientras afirmo que no entienden un carajo porque ignoran la única verdad universal (pongamos que hablo de feminismo) acerca de la que yo tengo doctos conocimientos que me habilitan para diagnosticar que su ignorancia es la única razón por la que se oponen a comprarme lo que les vendo (que es lo ÚNICO requetebuenísimo para mí, para ellos y para los cervatillos del bosque, es decir, para todo quisque)… si a los que me apoyan los trato con desprecio porque no son activistas «puros», sólo machistas disfrazados de chachiprogres… si a los que no me apoyan no los considero personas egoistas que tratan de defender sus (injustos) privilegios, o personas desinformadas, sino irracionales machistas a los que no se puede convencer, sólo vencer… si me niego, infantilmente, a reconocer que los avances efectuados se han hecho con el apoyo imprescindible de muchOs que no tienen un doctorado «radical» (por ir a la raíz, no por extremista) en feminismo, sino que tratan de apoyar lo que les parece justo aunque (a priori) les perjudique… si pienso que lo voy a conseguir todo por las bravas porque soy así de chulo, así de chachifeminista y porque yo lo valgo… si leo tan poca historia, sé tan poco de la vida y de la gente y dejo que mi ego me avasalle… pues la terminaré CAGANDO. Tal cual.

    Conseguid que una mayoría de la gente vea esa famosa RAYA como algo defensivo que os empeñáis en cruzar siempre, no importa el momento ni la situación, por mucho que la raya se retrase… y dentro de unos años hablamos, a ver qué tal os va.

    El feminismo es defendible por cualquier persona que tenga sentido de la justicia, sepa mucho de él o sepa lo mínimo. Otra cosa es la actitud prepotente de cualquier niñata a la que Zeus o Artemisa hayan convencido de que nadie le puede poner una raya delante… porque supone un insulto y una conculcación de sus derechos fundamentales.

    Si estoy en paro, sin futuro, harto hasta el extremo de unos mierdas que se empoderan sin méritos y, en mi nombre, hacen el caldo gordo a la banca y a los lobbys empresariales mientras devoran, literalmente, mis derechos… si estoy escupiendo bilis contra el partido en el gobierno y contra su compinche complementario, la oposición… si esos dos partidos han refrendado unas leyes que consagran el empoderamiento de un feminismo que tiene la misma vocación de igualitario que yo de monje, con un «derecho penal de autor» que me condena más duramente, ante el mismo delito, por el hecho de tener el mismo tipo de genitales que unos asesinos o unos maltratadores que no conozco y que no tienen nada que ver conmigo… si pasa todo eso y, en ese mismo momento, aparece una pancarta diciendo que esta revolución será feminista o no será… probablemente te mande a la mierda, rompa la pancarta y te diga que hagas la guerra por tu cuenta, que yo la haré por la mía.

    Y sí, la raya es una amenaza. Suele pasar cuando estás hasta las narices: que amenazas y culpas a quien no se lo merece. Incluso a quien está contigo, apoyándote y compartiendo tus objetivos. Pero eso también lo hacéis vosotras… y muy a menudo.

  5. Cuánta retórica para decir siempre lo mismo. Tenemos que seguir bailándo al son de quien mueve los hilos.
    No hay rayas «buenas ni malas» las rayas son siempre un límite, un linde, un término, un fin.
    El movimiento feminista jamás ha vulnerado los derechos de otras personas, tampoco trata de convencer a nadie, ni de vender nada.
    El movimiento feminista es un ejemplo de democracia, justicia y de paz que ha caminado y camina con fuerza hacia un modelo de sociedad que rompe con lo que el capitalismo machista ha establecido hasta ahora.
    Conseguiremos saltar rayas, vayas, muros y lo que haga falta por un futuro más justo donde las personas se puedan desarrollar plenamente. Un mundo en el que nadie limite nuestros derechos.

    1. Gracias por tu comentario, sólo un matiz, sí que el feminismo intenta convencer de la necesidad de un mundo más justo e igualitario, pero sin coerciones y a quien se quiera convencer. No se fuerza a nadie para que comparta sus principios, eso sí, ellos/as se lo pierden!

  6. DE REVOLUCIÓN, SEXO Y 15 M

    Probablemente, también os parezca retórica…
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    DE REVOLUCIÓN, SEXO Y 15 M –

    Nadie duda que la participación femenina en la acampada de Sol ha sido más amplia de lo que es habitual en las acciones políticas de los últimos años, me ha parecido enormemente gratificante encontrar un buen número de mujeres tratando y debatiendo de problemas políticos, sociales y existenciales en toda la amplitud de sus acepciones, saliendo del confinamiento de las “cosas de mujeres” y los debates feministas que han sido la particular “domesticidad” de la modernidad tardía.

    Este hecho se produce en el mismo entorno en el que las pancartas con consignas feministas han sido abucheadas y, en algunos casos retiradas por la multitud (esto ha sucedido en bastantes ocasiones en las dos semanas del campamento). ¿Cómo podemos interpretar estas situaciones?. Al grito de “La revolución no tiene sexo” mujeres y hombres comprometidos con una idea, tal vez vaga, pero activa y entusiasta de la transformación social han afeado el recurrente ejercicio de enfrentamiento y discordia que introduce la “política de sexos”, han percibido y señalado al feminismo donde realmente se encuentra, junto a los políticos, el Estado y los instrumentos del orden social (ejército, policía etc.). No puede hablarse, pues, de que el origen de ese desencuentro sea el machismo del movimiento sino su sensata intuición de que estas corrientes representan al sistema y no a las mujeres.

    La incorporación que se ha hecho del vocablo “pueblo” como expresión de comunidad horizontal, de unidad de los de abajo contra el poder, es un hecho de especial significación. Frente a la división corporativa que ha sido la regla de los movimientos sociales, divididos convenientemente por sectores con programas reivindicativos que se proponen ante todo sacar mayor tajada del pastel para sus asociados. Decir “pueblo” expresa la vuelta a una realidad integradora, plural, igualitaria y democrática. El pueblo no entiende de divisiones porque admite a los diversos en equilibrada igualdad de derechos y obligaciones. La heterogeneidad de las ideas, las personas y las reflexiones no ha hecho estallar al movimiento sino que lo ha fortalecido por su capacidad para mantener la convivencia en torno a los puntos de unión y el debate político, eso es un auténtico ejemplo de democracia en acción. Por eso el feminismo, con su discurso totalitario, desentona en Sol.

    3 de junio, se denuncian agresiones machistas en la Acampada

    En la prensa de hoy aparece una denuncia suficientemente inconcreta y confusa sobre “intimidaciones”, “agresiones físicas”, “miradas” “gestos” o “actitudes paternalistas” interpretadas en clave más emocional que objetiva y señalando, de hecho, a todos los varones de la acampada como agresores en potencia. El feminismo se ha refugiado en un monotemático discurso sobre el maltrato a la mujer, un discurso que se sostiene con fondos públicos y cuyo máximo valedor es un hombre, Miguel Lorente, delegado del gobierno para la violencia de género y principal responsable del contenido de la Ley Integral contra la Violencia de Género, una ley de excepción que ha condenado desde su entrada en vigor en 2005 a 145.000 varones, una parte sustancial de ellos acusados de delitos que, de ser cometidos por una mujer, tendrían la categoría de faltas y cuya aplicación ha ejercido una función de incitar los crímenes sexistas (un reconocimiento que se hace de facto cuando los responsables ministeriales han aceptado que el exceso de publicidad de los asesinatos ha hecho “efecto llamada”, algo que muchas sabíamos ya antes, lo que hace sospechar cuales sean las verdaderas intenciones de la ley).

    Existen los crímenes machistas, la violación, las agresiones sexuales, el acoso y muchas situaciones de desencuentro e incomprensión en clave sexual, pero todos estos hechos no tienen la misma gravedad ni pueden ser tratados de la misma manera, acuñar la consigna de que hay agresión cada vez que una mujer se sienta agredida es expulsarnos del espacio común de la objetividad, el buen juicio y la justicia. Hacer de la arbitrariedad la bandera de las mujeres es degradar nuestra condición de seres humanos responsables y conscientes, al mismo nivel que los hombres, y rebajarnos a la categoría de seres pueriles dominados por la subjetividad y el capricho. Si nuestro deseo es actuar contra la violencia machista, todas las agresiones han de poder ser acreditadas de forma objetiva y concreta.

    La realidad social de la acampada es lo suficientemente compleja como para que el conflicto convivencial y sexual no pueda ser desalojado por completo. Dejando a un lado la posibilidad de que puedan producirse actos de provocación o debidos a desórdenes psíquicos de algunas personas, es necesario entender que los hombres y mujeres que conviven en Sol somos seres de esta sociedad y de este momento, condicionados, aunque no nos guste, por el ideario dominante dependiente del poder establecido que se impone a través de sus cátedras, prensa, medios de comunicación y artísticos entre otros. Este ideario se expresa hoy en el ascenso, por un lado, de las ideologías del narcisismo femenino, el odio sexista y el victimismo que hacen mella en pequeños, pero muy activos, sectores de mujeres y hombres y, por otro, del recelo, el miedo y la incomprensión del que son presa una gran porción de personas de ambos sexos.

    La necesidad de tratar estos problemas no debe ser obviada, pero, si deseamos preservar una lucidez y sensatez básicas, deberíamos acordar que no todos los conflictos pueden ser calificados de agresiones. La mayor parte de las desavenencias entre las mujeres y los hombres pertenecen al ámbito de la confusión, la inexperiencia o la falta de habilidades de comunicación y pueden ser resueltos desde la reflexión conjunta y la concordia, de esta manera se propiciará que la convivencia en la acampada sea un espacio de aprender (mujeres y hombres) a entendernos y expresarnos como seres sexuados. La incomunicación, por lo general, no depende de un solo factor, los hombres, sino de dos, los hombres y las mujeres, la negación que se hace de la responsabilidad femenina en el buen trato es una forma de machismo manifiesto e intolerable pues nos considera pasivas receptoras en la relación con los otros, además de sujetos necesitados de “especial protección”, este concepto, acuñado por la Ley de Violencia de Género se funda en el principio patriarcal, que en el Código Civil de 1889 se expresaba como protección del marido y en la actualidad como protección del Estado y que se complementa con el deber de obediencia de las mujeres, obediencia que hoy es dirigida hacia las instituciones del poder.

    Presentar como equivalentes violencias, agresiones, conflictos, miradas o actitudes como hace el feminismo, es un acto que, objetivamente, desacredita y ataca al movimiento, crea división y recelos, miedos y desconfianza. Es, de hecho, una llamada a las mujeres a abandonar la acampada y la lucha política y a instalarse el temor a los hombres, un terror hacia lo varonil que ya usó la beatería franquista extensamente. Además, fortalece al sistema de poder que se presenta hoy como el máximo defensor y protector de las mujeres, y de paso, impide que se traten con contundencia las verdaderas agresiones si las hay.

    El feminismo ha sido usado para destruir las luchas del pueblo contra el poder de forma repetida. En los años sesenta del siglo XX la revista “Ms.” Espoleó un feminismo negro especialmente androfóbico y agresivo contra el ascenso del movimiento de los Panteras Negras, la revista que dirigía Gloria Steinem, figura señera del feminismo llamado de la “segunda ola” recibía fondos de la CIA (este hecho fue denunciado por otros grupos feministas y nunca fue desmentido por Steinem). James Petras ha llamado también la atención sobre el uso que se ha hecho del feminismo para ahogar algunas luchas en América Latina sembrando la discordia y el enfrentamiento entre los sexos. De hecho los principales sostenedores de las corrientes feministas son los Estados imperialistas que los han exportado a todo el planeta a través de las instituciones internacionales como la ONU (que creó la primera “Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer” en el año 1946 y ha desarrollado Cuatro Conferencias Mundiales que marcaron las líneas esenciales de las “políticas de género” a escala planetaria) el Banco Mundial y las mayores Fundaciones del mundo capitalista como la Fundación Ford, Rockefeller o Gates.

    Por ello es una impostura pretender que el feminismo pueda representar a las mujeres, NO NOS REPRESENTAN, los y las feministas sirven a quienes les pagan, el Estado y sus instituciones. Esta corriente se ha constituido como una auténtica mordaza para nosotras que hemos sido despojadas de nuestra voz que pertenece ahora a los nuevos patriarcas, lo que es, en esencia, FEMINICIDIO, como crimen contra la vida personal, psíquica y espiritual de las mujeres.

    El objetivo ahora es crear la división y el conflicto entre los sexos en la acampada, expulsar a las mujeres de la lucha, pues sin las mujeres el movimiento no sobrevivirá. Frente a estas maniobras tenemos que defender la batalla por la convivencia, lo que implica que todas las agresiones reales han de ser reprimidas en el ámbito de la horizontalidad pero con contundencia, que los conflictos sexuales no graves han de abordarse con energía pero con cordialidad y con la disposición de reparar, aprender y formarse como seres humanos de valía en la vida social y afectiva.

    Las mujeres hemos de renunciar a todo privilegio o protección especial por razón de sexo, asumir nuestras propias responsabilidades en la creación de un ambiente en que el respeto y el buen trato sean la tónica dominante recuperando los valores de esfuerzo, autoexigencia y competencia personal. El neomachismo feminista nos ofrece vivir tuteladas sin enfrentarnos a los problemas de la existencia, mimadas y estúpidas, inconscientes y entontecidas, emocionales y fanáticas, es decir, sin autonomía. Libertad significa obligaciones antes que derechos, esfuerzo y dolor, frustración y dudas, equivocaciones y rectificación, solo si elegimos ese camino podemos ascender a pensarnos y vivir como seres libres, al menos con libertad de conciencia.

    Madrid 3 de junio de 2011

    María del Prado Esteban Diezma

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    Con personas así, apetece compartir tiempo, espacio y proyectos de justicia e igualdad real. Con otras personas… no.

    Frente al hembrismo institucional, oposición frontal. Ni un paso atrás.

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