De aplausos y caceroladas

Este post no irá de Trabajo Social… o sí, porque en el fondo las políticas futuras conformarán el nuevo Estado de Bienestar (o de Malestar, ya presente). La crisis sanitaria en nuestro país se ha conformado diferencialmente respecto a otros de nuestro entorno por un factor fundamental: la respuesta de los actores políticos y el escenario que están conformando. Mientras el Gobierno actúa, con errores propios de quien nunca ha gestionado una crisis semejante, pero sin descuidar sus objetivos e intentando garantizar unos mínimos de protección social (a todas luces insuficiente), la oposición ha desplegado un auténtico arsenal de mentiras en una guerra mediática para desgastar y hacer caer a un gobierno legítimo y democrático. No recuerdo haber asistido antes a semejante proliferación de bulos y “fakes news” amparadas incluso por quienes se dicen periodistas.

Yo estudié periodismo en una facultad controlada por el Opus en los inicios de los 90; incluso en ese entorno conservador, en ningún momento de los años que pasé allí se insinuó que la mentira podía ser legítima en la información. La veracidad de los hechos y el contraste de fuentes siempre fue un requisito indispensable que nos inculcaron en la carrera; ahora las redes son un hervidero de noticias falsas, sesgadas, con medias verdades y mentiras en una misma información que lo único que logran es calentar a dos colectivos poblacionales: a los adictos a la ultraderecha que creen a pies juntillas lo que sus medios de cabecera (okdiario, libertaddigital, esdiario,…) o las redes sociales de sus líderes les dicen, y al colectivo de mayor riesgo, aquella población desinformada, sin pensamiento crítico, sin una ideología política clara pero que es capaz de votar a Podemos en unas elecciones y en las siguientes a Vox (no me lo invento, conozco casos).

La estrategia de la derecha siempre ha estado clara, no soportan perder poder, no soportan gobiernos progresistas, se creen que España es su cortijo y cuando no lo controlan, patalean. Lo malo es que en cada legislatura nueva, el “pataleo” es más preocupante. Siempre ha habido batallas dialécticas entre gobierno y oposición, incluso recuerdo que hemos tenido oposición en este país con propuestas (neoliberales, clasistas, sexistas, racistas,… lo suyo), pero al menos ha hecho propuestas, confrontación sana y crítica con el partido gobernante. Ahora algo ha cambiado, tenemos una oposición menos decente, más rastrera y mentirosa, escasamente asertiva y propositiva cuyo único objetivo es volver a pillar poder a toda costa, caiga quien caiga. Lo sorprendente y preocupante es que la ciudadanía, al menos buena parte, la crea. Porque sí, estamos hablando de creencias irracionales y no de pensamiento crítico. No deja de resultar curioso que los/as seguidores de la derecha y, especialmente, de la ultraderecha, pese a que sus bulos se pueden desmontar fácilmente, siguen pensando que el Gobierno miente y que detrás de todo hay una confabulación para transformar a España en Venezuela por parte de este “terrible” gobierno “socialcomunista”.

No creo que ningún gobierno del planeta tuviera todas las certezas para gestionar esta crisis sanitaria sin precedentes (por su globalidad, no porque no haya habido antecedentes, pero como no tocaban Europa o EE.UU. no importaban). Que el gobierno ha cometido errores, por supuesto, lo conforman personas humanas y falibles, pero yo al menos sí tengo una serie de certezas:

1) Pese al poco tiempo que llevaban gobernando, esta crisis ha estado sin duda mejor gestionada por un gobierno progresista que por la derecha o la ultraderecha. Vayamos a la hemeroteca y recordemos cómo gestionaron el Prestige, el Yak42 o la crisis financiera y económica de 2008. Pero no hace falta remontarse tanto, vean cómo está gestionando Díaz Ayuso la Comunidad de Madrid, que después del coronavirus va a tener un incremento brutal de niños/as con problemas de salud a raíz de los menús de telepizza… pero claro, como son pobres, da igual que revienten a hidratos de carbono y grasa, que ya se sabe que para estas criaturas mejor pizza que nada… eso nos lo enseñan en primero de Trabajo Social, que lxs pobres están así porque quieren y no saben comer. Por no hablar de las miles de personas mayores fallecidas en residencias, también en Madrid, a consecuencia de gobiernos del PP que recortaron lo público hasta límites insospechados y cedieron la gestión de dichas residencias a fondos buitre que precarizan a trabajadoras/es y les importan tres pimientos los ancianos y ancianas.

2) La mínima cobertura social para las familias más vulnerables que ha puesto en marcha este gobierno con la ultraderecha hubiera sido cero. No hay más ver el ejemplo de Trump cuyas medidas económicas favorecen a los multimillonarios dejando a la ciudadanía de a pie al borde del colapso (sanitario y económico).

3) El haber considerado a las niñas y niños como sujetos de interlocución y haber hecho programas específicos para que pregunten dudas sobre el coronavirus supone un cambio sustancial en la manera de hacer política y pasar del adultocentrismo a tener en cuenta otras realidades existentes.

4) La información ha sido constante (y quizás excesiva) en toda esta crisis, con errores, rectificaciones, pero ha habido información. El oscurantismo y la manipulación de datos siempre ha sido una seña histórica de la derecha… Todavía estamos esperando que nos digan quién era el famoso M. Rajoy en los papeles, porque claro, es una gran incógnita.

5) El apoyo de las decisiones en la ciencia y no en conjeturas u oportunismo para sacar réditos políticos ha podido trasladar la idea de un gobierno que no tiene claro dónde va, pero la ciencia funciona así, no tiene certezas absolutas hasta su comprobación empírica, lo demás sería ideología, no ciencia, y las creencias no salvan vidas.

6) La consideración del Trabajo Social como una profesión esencial, la atención a la violencia de género, a la pobreza infantil,… es algo que no hubiera hecho un gobierno conservador ni de lejos, en un modelo neoliberal, la política pasa por salvar a los ricos y hundir al resto.

Soy consciente de la falta de medios que ha tenido (y en algunos casos sigue teniendo) el personal sanitario, del profundo descontento por esto, pero ¿realmente creemos que la culpa es de un gobierno que no lleva ni un año en el poder o de los recortes brutales en lo público que arrastramos tras la crisis del 2008?

Me preocupa terriblemente la ceguera ideológica de esa parte de la ciudadanía que tras asomarse a aplaudir a las personas esenciales en esta crisis, una hora después se esconde para golpear cacerolas (al menos en mi barrio, cuando los aplausos sale gente a los balcones, cuando las caceroladas no, son cobardes hasta para eso). Ya hace algún tiempo que no salgo a aplaudir, creo que el personal sanitario, social, educativo, de la agricultura, de supermercados, de transportes, de limpieza, de seguridad,… se merece un reconocimiento infinito, pero de aplausos no se come. Tal vez ese personal estaría más agradecido si en lugar de aplausos recibieran estabilidad laboral, salarios más altos, buentrato,… Tal vez estaría más agradecido con gobiernos que apostaran claramente por el refuerzo de lo público y no por las privatizaciones y los recortes. Resulta paradójico que muchos/as aplaudidores/as de ahora hayan votado (y volverán a votar) a opciones conservadoras o de ultraderecha que seguirán desmantelando lo público, ¿no se les cortocircuita el cerebro? … a mí me pasaría de semejante incoherencia (claro que para eso hay que tener cerebro y saber usarlo).

En la pasada crisis, fuimos muchas/os profesionales de lo público quienes sufrimos un recorte de un 20% en el salario, nos dijeron que era necesario, que habíamos vivido por encima de nuestras posibilidades,… Al final, se rescataron bancos, autopistas,… y la ciudadanía quedó atrás, más vulnerable y más empobrecida. Creo que esta nueva crisis no la podemos pagar las/os mismas/os, yo me niego. Así que en lugar de hacer caceroladas para derrocar a un gobierno legítimo, ¿por qué no empezamos a hacérselas a la banca para que devuelva los millones que le fueron inyectados durante la anterior crisis? ¿Por qué no hacérselas a esos empresarios multimillonarios que tributan en paraísos fiscales como «buenos patriotas”? ¿Por qué no hacérselas al modelo de vida insostenible que hemos tenido hasta ahora? ¿Por qué no a nosotros/as mismos/as para que asumamos, de una vez por todas, la necesidad de un cambio de sistema?

No creo que esta crisis nos haga mejores, visto lo visto, pero sí creo que estamos en una disyuntiva crucial, o el modelo neoliberal y patriarcal de vida cambia radicalmente, o no será la última crisis que vivamos, y no sabemos el peligro al que nos enfrentamos en la próxima.

De esta guisa acudía yo a trabajar muchos días durante la anterior crisis…

Un comentario sobre “De aplausos y caceroladas”

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