Crónica feminista del XIII Congreso Estatal y I Iberoamericano de Trabajo Social

Durante los días 19, 20 y 21 de octubre, la maravillosa ciudad de Mérida (que recomiendo encarecidamente visitar a quien no la conozca) acogió un nuevo congreso de mi profesión. Llevo acudiendo a nuestros congresos desde el año 96 (salvo, paradójicamente, al celebrado en Canarias) porque son espacios nutrientes para seguir avanzando en la mejora de la teoría y la práctica del Trabajo Social. Cada congreso ofrece tal cantidad de aportaciones y experiencias que siempre nos permiten extraer claves con las que enriquecer el quehacer cotidiano; en esta ocasión se producía una novedad que espero se siga manteniendo: hasta ahora los congresos habían sido estatales y este año, por primera vez de forma oficial, se abre a la participación de profesionales de América Latina y Portugal, algo que sin duda ha enriquecido los contenidos de este evento.

Dado que gran parte de mis compañeras/os de la BlogoTSfera se han adelantado ya a las crónicas, no voy a repetir las bondades del Congreso, que fueron muchas, pero sí voy a analizar algunos elementos significativos en clave de género:

–          Más de 1.200 congresistas, en su mayoría mujeres dado que tenemos una profesión feminizada, nos dimos cita en el Palacio de Congresos de Mérida (más de 1.200 para un aforo máximo de 1.000 en el auditorio mayor… un dato a considerar para el próximo Congreso: ajustar espacios a asistentes). Hablaré de los espacios más adelante…

–          Tres ponencias marco: 1 mujer, 2 hombres. Dos hombres que no eran trabajadores sociales, por cierto. Con todos los respetos para los ponentes, que eran la crème de la crème en lo suyo: Christian Felber, máximo exponente de la Economía del bien común y Sami Naïr, politólogo francés experto en políticas migratorias, hubiera deseado más marcos interpretativos de nuestra propia realidad en Trabajo Social. En un congreso de la profesión creo que tenemos que visibilizar a ponentes que puedan aportar una visión global de la compleja realidad que vivimos sin perder la referencia de nuestra disciplina. Esto es una opinión subjetiva, y discrepante con mi querida Belén Navarro (y probablemente con más compañeras/os), pero yo voy a los Congresos de Trabajo Social a nutrirme de Trabajo Social, si quiero escuchar ponencias sobre las alternativas al capitalismo neoliberal o estrategias para abordar la crisis de los/as refugiados/as puedo irme a otros espacios. Aun así, qué duda cabe que las ponencias de Felber y Naïr fueron muy enriquecedoras pero hubiera preferido a trabajadorAs sociales (especialmente, por aquello de que somos mayoría y eso…)

–          Teresa Matus, la ponente inaugural, la joya de la corona. Acabé llorando al finalizar su intervención… Todo un lujo que puso pasión en su discurso, que supo transmitir y emocionar. Bajo el título “Ejercicios de punto ciego. Desafíos de innovación y calidad en los procesos de intervención social”, Matus comenzó su alocución aludiendo a que si no somos capaces de identificar nuestros puntos ciegos en la intervención profesional nos convertíamos en parte del problema y no en parte de la solución. Un elemento permanente de su discurso fue que tenemos que pensar el Trabajo Social desde la lógica del lenguaje, fuerza y fundamento de nuestra profesión. Hemos de dejar de ver los “fallos” en las personas e identificar y transformar los fallos del sistema, dónde se fracturan los trazos que nos conectan; tenemos que innovar, por tanto, en la forma de reconocer los problemas e identificar los patrones de cambio y, en esta sociedad compleja, en el mundo del “capital fetiche”, los problemas complejos hay que pensarlos juntos, en equipos interdisciplinares. La formulación de las políticas sociales, por tanto, ha de considerar qué condiciones de inclusión hay en la exclusión y cuánto de exclusión hay en la inclusión. En definitiva, Matus acabó su discurso instándonos a renacer: innovar para transformar, ver, renovar, renacer. Romper las dicotomías fragmentación versus fraternidad, opresión versus libertad, desigualdad versus igualdad, todo un reto.

–          Y después de las ponencias marco, vino el auténtico disparate del Congreso. Un corre-corre sin parar de un lado a otro para poder escuchar algunas de las más de 400 comunicaciones presentadas o asistir a alguna de las 12 mesas de debate, 6 talleres, encuentros, presentaciones de libros, pósters,… Entiendo que es un Congreso que se celebra cada cuatro años, que somos muchas/os las y los profesionales del Trabajo Social (y de otras disciplinas, que también hubo) con ganas de comunicar pero concentrar 440 comunicaciones en dos días es un maratón difícilmente asumible. Creo que hubo experiencias que merecían más de 9 minutos y otras que sobraban por una pésima calidad; y hay que priorizar nuestra disciplina (si la comunicación es colectiva y hay otros perfiles profesionales, estupendo, pero me parece que comunicaciones individuales de otras profesiones, con el estrés que tuvimos quienes comunicamos para resumir mil ideas en 9 minutos, no me parece justo). La gestión de tiempos y espacios desde una perspectiva feminista hubiera sido deseable en la organización. Muchísima gente se quedó sin poder entrar a comunicaciones de interés por la falta de sitio y comunicaciones o mesas a las que se les dio más aforo, inicialmente estaban más vacías (y se fueron llenando con la gente sobrante de otros espacios inaccesibles porque estaban a reventar las salas). Esto se hubiera podido prever con una inscripción previa a los descriptores propuestos en el Congreso y así se pueden distribuir los espacios en base a las demandas del público asistente. También había espacios más cómodos que otros y como tuve que “sufrir” el asignado a las comunicaciones sobre género, decir que no se puede tener a personas más de dos horas sentadas en unos escalones sin respaldo, para el próximo, por favor, que el eje de igualdad se sitúe en un lugar cómodo, gracias! 😉

–          Pude asistir a los dos bloques de comunicaciones sobre género e igualdad de oportunidades y salí encantada por la diversidad de experiencias, el interés despertado y el compromiso de tantas/os compañeras/os con la igualdad. Una de las conclusiones del Congreso fue que Trabajo Social y feminismo deben ir de la mano, y una conclusión mía personal es que el Trabajo Social o es feminista o no es Trabajo Social. Quiero agradecer especialmente a todas las compañeras con las que pude compartir comunicaciones, pero especialmente a Isabel Herrero Fernández por emocionarnos con la experiencia de Lavapiés y las mujeres bangladesíes. El segundo momento del congreso en el que se me escaparon lagrimitas. Recomiendo encarecidamente la lectura de las comunicaciones del bloque de género e igualdad.

–          Otro de los espacios en los que tuve ocasión de participar fue el encuentro de bloggers, es decir, ponernos cara a la virtualidad de la BlogoTSfera. Encantada con el encuentro pero deseosa de que participen más mujeres blogueras. Paradójicamente en una profesión feminizada, éramos 5 chicas y 9 chicos, así que compañeras, a escribir!!! A ver si al menos alcanzamos una paridad o una proporción igual al número real de mujeres y hombres que hay en la profesión. Adiós a la tecnofobia femenina y a pensar críticamente en nuestra profesión, en nuestra práctica y a contarlo!

–          Y cuando todo iba sobre ruedas (más o menos), aparece un trabajador social a poner la “guinda al pastel”. Mesa de “Ética en los Servicios Sociales”, planteamiento de un colega en el turno de preguntas: “siento tanto dolor por los pobres hombres víctimas de violencia que no tienen ningún tipo de recursos…” ¿Hola? ¿Tú escuchabas a las ponentes o como eran mujeres desconectaste? Una de las ponentes recordó que los Servicios Sociales son para TODAS las personas, TODAS, hombres que sufren violencia incluidos. También hay una cosa que se llama Código Penal y otra cosa que se llama Cuerpos y Fuerzas de Seguridad que también atienden todo tipo de delitos… Que un profesional del Trabajo Social haga esos planteamientos me parece lamentable. Que se haya puesto sobre la mesa la violencia de los pobres hombres y no demandemos recurso para la violencia intragénero, por ejemplo, me parece preocupante. Es como si yo dijera que me parecen muy mal las leyes de protección a la infancia porque yo como adulta me siento excluida. A ver, explicación didáctica: atender a una forma de violencia en concreto, en este caso, las violencias machistas, no significa negar otras. Nadie niega que haya hombres que puedan sufrir violencia, pero ni suponen la misma magnitud, ni las causas estructurales que generan esa violencia son las mismas que la violencia contra las mujeres. Poner el foco y destinar recursos para una problemática no implica negar otras, y sí existen recursos para atender distintas formas de violencia, los recursos universales y públicos ya nombrados. Así pues, aplicando la ética, o nos ponemos del lado del opresor o nos ponemos del lado de las/os oprimidas/os… El Trabajo Social no puede permanecer neutral ante las desigualdades de género, ante las discriminaciones, injusticias y violencias. Hay que tomar partido.

–          Y para finalizar… agradecer a la organización el enorme esfuerzo que supone montar todo un congreso de estas características. La inauguración en el Teatro Romano con Sole Giménez fue una maravilla, los discursos políticos merecerían un post aparte, pero no lo voy a hacer. Creo que estos espacios congresuales sirven para empoderarnos, para reconocernos y valorarnos, sin necesidad de que nadie externo lo haga por nosotras/os. El Trabajo Social es una profesión con historia (100 años de “Diagnóstico Social” de Mary Richmond que conmemoramos allí) y una profesión con futuro. Debemos superar los déficits históricos de autoestima profesional (vinculados, por otro lado, a nuestros propios déficits de género) y creernos que somos la mejor profesión del mundo. Apasionarnos con el Trabajo Social como lo hicieron algunas de las intervenciones mencionadas, ponerle corazón a lo que hacemos y revalorizar los cuidados. Otro mundo es posible y el Trabajo Social debe contribuir a ello.

Quiero finalizar esta crónica apresurada, en la que seguro se me han quedado muchas cosas que contar, con un nuevo agradecimiento a las compañeras con las que pude compartir algunos espacios del Congreso por sus afectos, intercambios y aportaciones (Koldobi Velasco, Mari Carmen García, Izaskun Ormaetxea, Belén Navarro, Elena Salinas, Karina Fdez. d’Andrea, Mónica Rossi, Antía (que me quedé sin apellido y sin despedida, lo siento!), Magüi Blanco (con quien me hubiera gustado charlar un poco más),… toda la BlogsTSfera,… en fin, seguro que se me queda mucha gente, pero será para el próximo Congreso. Termino con una lluvia de ideas de mis notas apresuradas en cada espacio:

–          Es necesario que el Trabajo Social aporte una nueva mirada ante el giro punitivo que están tomando las políticas sociales, ¿estamos construyendo “buenas víctimas”? (Ana Alcázar).

–          En un mundo dominado por el mercado, lo que hace posible la vida (los cuidados, la naturaleza) se invisibiliza, un reto del Trabajo Social es visibilizarlo (Mª Inmaculada Sánchez).

–          La necesidad del feminismo en tierra de nadie. El discurso sobre mujeres con discapacidad lo han creado los hombres con discapacidad, principalmente física y con un estatus económico determinado (Mercedes Serrato).

–          El término “menor” es un adjetivo calificativo que jerarquiza. Hay que evitarlo y pasar de “menores” a protagonistas. Escuchar a la infancia en el diseño de las políticas públicas que les benefician, las niñas y los niños han de ser coactores en el proceso de resolución de sus problemas (Lourdes Gaitán).

–          Metáfora de la intervención social: puentes y luciérnagas para unir orillas e iluminar puntos ciegos (Isabel Herrero).

19 comentarios sobre “Crónica feminista del XIII Congreso Estatal y I Iberoamericano de Trabajo Social”

  1. Gracias por tu crónica,muy descriptiva. Coincido con casi todo lo que dices, especialmente la valoración que haces desde la perspectiva de género. Y tienes razón deberíamos visibilizarnos más, criticamos el espacio que cogen los hombres pero somos nosotras mismas las que por esta educación y sociedad en la que vivimos damos un paso atrás. Una de las cosas que me llevo del congreso es haberte puesto cara. Me hubiera encantado haber compartido algún espacio contigo pero la vida da muchas vueltas.
    Insisto gracias por tus valoraciones.
    un gran abrazo África

  2. No imagino un congreso de medicina teniendo como ponentes a economistas o filósofos, por ejemplo… A veces somos nosotras, las trabajadoras sociales, las que nos infravaloramos. En un congreso profesional se reunen personas de un colectivo concreto, para tratar y escuchar hablar sobre lo más novedoso y revolucionario que pueda haber entorno a la profesión, el tiempo es limitado, por tanto hay que hacer una exahustiva selección de mesas y ponencias.
    No estuve en el congreso, pero pasé un momento por allí la tarde del viernes, iba de camino a la presentación del libro de una amiga: » La mujer que se casó von sigo misma» de Elisa Blázquez Zarcedo, una novela muy divertida, pero con una gran defenda del feminismo y las repercusiones del patriarcado en la mujer madura a la hora de divorciarse… En fin que vi a todos con su olivito, solo pude ver a un compañero de mi zona que conozco por redes sociales, me dirigí a él para saludarlo, pero como no era ninguna figura relevante – supongo – no me hizo el menor caso, lo siento por él. Al menos me alivia haber visto en su muro, como de especial calado para él, las frases que pronunció Ana Lima, ya que contrastan con sus anteriores ideas sobre el actual sistema de prestaciones.

  3. Gracias Maria.
    No estuve en Mérida pero tu post me hace llegar cosas importantes de lo que allí vivisteis.
    No todas las blogueras pudimos ir.
    Contrapunto de algunos aspectos que mencionas se produjeron en el Congreso de TS de Aragón hace un mes: 100% trabajo social (mejor que bueno, excelente), posibilidad de vernos todas, con espacios de participación e intercambio interesantísimos, sin el estrés habitual de estos macroeventos, emocionante y bello. Muy hermoso.

  4. Totalmente de acuerdo Maria con tu valoración de Congreso.
    Y en concreto en tu apreciación de la intervención del colega en el coloquio de la mesa de Etica en servicios sociales de la que formé parte. Efectivamente ,la ética no hace distingos entre hombres y mujeres y mucho menos en administración de recursos.
    Referente al encuentro con la Blogotsfera espero poder estar presente en el próximo ya que en esta ocasión me coincidió con participación en otra comunicación y poder así equilibrar la presencia femenina e intercambiar experiencias

    1. Gracias Begoña, aunque yo creo que sí se deberían aplicar los recursos en función de las situaciones de desigualdad porque si aplicamos lo mismo para todos/as cuando no partimos de situaciones equivalentes, seguiríamos perpetuando desigualdades. Un abrazo!

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