Violadas

Hace un mes escribí mi último post sobre la necesidad de expresar afecto a las criaturas; en este tiempo transcurrido han pasado muchas cosas, estamos en plena precampaña electoral con los mismos de siempre, focalizando la atención en Venezuela en lugar de lo que ocurre en España, nos siguen vendiendo la moto sobre el fin de la crisis, nos siguen matando por el hecho de ser mujeres… Pero si hay algo que ha conmocionado las redes sociales y a un país entero, es la violación colectiva de una adolescente brasileña por más de treinta hombres y difundida, para jactancia de ellos, a través de las redes sociales. En Brasil una mujer es violada cada 11 minutos, en Estados Unidos cada 6, en México cada 4, en España cada hora y media,… Según un informe de la OMS (2013) sobre prevalencia de la violencia de género, en Europa el 5.2% de las mujeres sufrirán a lo largo de su vida una agresión sexual por un hombre diferente a su pareja (y no debemos olvidar que también las parejas agreden sexualmente).

La violación es una de las formas de violencia machista más silenciadas y que menos se denuncia. Todavía se sigue culpabilizando y avergonzando a las víctimas en lugar de poner el foco en los violadores, todavía se minimiza el impacto que provoca, todavía somos nosotras las que nos lo buscamos por llevar la falda muy corta,… Hay una frase que ha dicho la joven de Brasil: “no duele el útero, duele el alma”, que explica perfectamente lo que ocurre ante una violación; cuando una mujer es obligada a mantener una relación sexual contra su voluntad, no sólo el daño es físico, el emocional es tan devastador que la recuperación suele ser larga y difícil. Por eso cerró el único servicio especializado en atención a agresiones sexuales de Tenerife… porque no pasa nada! (mode ironic on)

La violencia sexual usa premeditadamente el sexo como arma para demostrar poder sobre otro ser humano (habitualmente mujeres y niñas/os) y para infligir dolor y humillación. En palabras de Marcela Lagarde (1997) entre las formas de violencia erótica, la violación es el hecho supremo de la cultura patriarcal: la reiteración de la supremacía masculina y el ejercicio del derecho de posesión y uso de la mujer como objeto del placer y la destrucción, y de la afirmación del otro; se trata del ultraje de las mujeres en su intimidad, del daño erótico a su integridad como personas. (…) Se considera violación todo acto de irrupción sobre las mujeres, entre el piropo y la violación: la apropiación erótica de la mujer es el núcleo de la violación.

La violación ha sido utilizada tradicionalmente como arma de guerra, como forma de demostrar el poder sobre el enemigo, sometiendo sexualmente a “sus” mujeres. En el año 2000, tuve la oportunidad de escuchar a Lepa Mladjenovic, asesora del Centro Autónomo de Mujeres contra la Violencia Sexual de Serbia, que nos contaba su visión sobre la violencia sexual durante la guerra de los Balcanes (las cifras varían pero se calcula que entre 20.000 y 44.000 mujeres fueron violadas en nuestra “civilizada” Europa en la década de los 90… anteayer como quien dice), Mladjenovic decía que el odio hacia la mujer se materializa en la guerra con las violaciones, con el fin de humillar al enemigo y de mostrar la supremacía sobre él. Las violaciones son un común denominador de todas las guerras y se ha demostrado que las mujeres son violadas con el fin de comunicar al enemigo que ha sido derrotado. En este sentido, el cuerpo de la mujer se convierte en un campo de batalla, paralelo y secundario. Durante la guerra, el odio hacia la mujer se materializa de dos formas; en primer lugar, para expresar la violencia masculina sobre una mujer en concreto y, en segundo, esa misma violencia se convierte en un instrumento del odio hacia el Otro varón, hacia el hombre enemigo. Los varones violan a las mujeres enemigas, pero también a sus propias mujeres, cada día. En otras palabras, la historia de esta civilización demuestra que los regímenes y la milicia pueden desplazar al sujeto enemigo durante las guerras pero que el enemigo de género permanece y precede a otros enemigos de guerra.

Las mujeres vivimos en una guerra permanente. En nuestro país, aproximadamente entre un 23% de niñas y un 15% de niños han sufrido abusos sexuales por parte de hombres de su entorno cercano (Félix López, 1996). En 2014 (datos más recientes), 6.538 mujeres denunciaron delitos contra la libertad sexual (810 agresiones sexuales con penetración), siendo la punta de un iceberg de una magnitud tan dolorosa que cuesta imaginarla. Se calcula que entre un 20% y un 30% de mujeres que denuncian agresiones sexuales pueden haber sido víctimas de “sumisión química” ya que presentan síntomas como ausencia de recuerdos claros, dudas sobre si la violación tuvo lugar o no, lagunas mentales justo en el momento de la agresión,… Es un tipo de agresión que resulta difícil de probar ya que las sustancias desaparecen del organismo en un tiempo relativamente corto y no todos los hospitales disponen de protocolos para detectarlas. De nuevo, la indefensión de la víctima frente a la impunidad del agresor.

Cuando lo que debería ser una expresión de placer, de afecto, de intimidad,… entre dos personas lo suficientemente maduras para llevarla a cabo, se convierte en la satisfacción del deseo de un cerdo miserable y en el sufrimiento de la otra parte es que algo está fallando de forma muy profunda en la construcción de identidades y sexualidades masculinas. Y si bien es cierto que hay un perfil de violadores con patologías mentales, estoy absolutamente convencida que los más de treinta machos salvajes que violaron a la adolescente brasileña no tenían ningún trastorno psiquiátrico, salvo que consideramos que el machismo y la misoginia puedan entrar a formar parte del DSM V. La mal llamada “cultura” (para mí la cultura es otra cosa) de la violación es algo arraigado en la sexualidad de muchos hombres que entienden que deben tener satisfechos sus deseos independientemente del deseo de la otra parte, que entienden que no significa sí o que, simple y llanamente, consideran a las mujeres objetos de usar y tirar. Un slogan feminista dice algo así como que no hay que enseñar a las niñas a no ser violadas sino a los niños a no violar, mientras no eduquemos a los chicos en el respeto a la libertad sexual, al cuerpo y al deseo de las mujeres, vamos muy mal, y la educación afectiva y sexual no es precisamente una prioridad en las escuelas.

En un país donde se viola cada hora y media significa que cada hora y media hay un cerdo miserable que daña física, emocional y sexualmente a una mujer o a una niña o niño, así que ya lo saben: vivimos rodeadas de cerdos miserables sin que a nadie parezca importarle.

Nota: En el momento de terminar este post leo una noticia en la prensa local sobre la violación a una cría de 13 años en el sur de Tenerife… La violencia sexual no da tregua.

NO VIOLAR

 

 

 

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